La Inteligencia Artificial (IA en adelante) ha pasado de ser un concepto de ciencia ficción a protagonizar titulares y discusiones de todo tipo. Son muchos los que ven en ella una amenaza latente que podría “robarles” el trabajo, mientras que otros la abrazan como la mayor oportunidad de nuestro tiempo. Pero, ¿qué tan nueva es esta sensación de incertidumbre? Para entenderlo mejor, vamos a comenzar echando un vistazo atrás.
Lo primero, no es la primera revolución
Ni será la última. La historia nos ha enseñado que cada vez que aparece una nueva tecnología, se genera miedo e incertidumbre. Esto es parte de nuestra naturaleza. Ocurrió con la Revolución Industrial en el siglo XIX, cuando las máquinas parecía que venían a sustituir la mano de obra humana. Ocurrió también con la llegada de la electrónica y con la ‘revolución silenciosa’ de la informática. Más tarde sucedió con Internet y la masificación de los ordenadores personales o equipos de cómputo. En cada una de estas etapas, se pensó que el trabajo humano quedaría obsoleto, pero la realidad es que se reconfiguró y evolucionó.
Qué entendemos por revolución “ruidosa” y “silenciosa”. Las clasificaremos en dos grandes grupos con un poco de historia:
- Revoluciones “ruidosas”: Las podemos considerar así por el impacto inmediato y visible que producen en nuestra sociedad. Transforman las ciudades, industrias y la vida cotidiana de la noche a la mañana, generando un cambio tangible y, a veces, incluso demasiado traumático. Vamos a poner dos ejemplos de los que todos estamos familiarizados:
- La Segunda Revolución Industrial (dada a finales del siglo XIX y principios del XX), impulsada por la electricidad, la producción en masa y el motor de combustión interna. Tenemos inventos conocidos como la bombilla o el automóvil, transformó por completo la economía y los hábitos de vida de millones de personas en un corto periodo de tiempo y que a día de hoy sigue siendo uno de los mal palpables.
- La llegada de Internet y los ordenadores personales (a finales del siglo XX) desencadenó otro cambio muy ruidoso y global. Las comunicaciones, el comercio, la educación y el entretenimiento entre muchos otros se digitalizaron a pasos agigantados. Incluso hoy la vida se sigue reinventando así misma y no parece tener límite.
- Revoluciones “silenciosas”: Estas se caracterizan por un progreso que, aunque es extremadamente profundo, no siempre es tan notorio a simple vista. A veces actúan tras bambalinas, desarrollándose de forma gradual y sin gran impacto mediático hasta que nos damos cuenta de que han cambiado por completo la estructura económica y social.
- La electrónica y la microelectrónica (mediados del siglo XX). La llegada del transistor y los circuitos integrados permitió miniaturizar dispositivos y abaratar costes, sentando las bases de la revolución digital moderna sin generar el impacto mediático de otros avances. Pero ahí está.
- La informática y el software (años 60-80), que, poco a poco, fue penetrando en todas las industrias. Muchas personas no se dieron cuenta de su relevancia hasta que prácticamente todas las empresas, bancos, gobiernos, universidades y casi todo lo que hacemos hoy en nuestro día a día, dependen enteramente de estos sistemas.


Ahora, con estos ejemplos en mente, reflexionemose e intentemos ponernos en la piel de quienes vivieron esos momentos. Estoy seguro de que la gente dedicada a la agricultura, al transporte y a la producción en general de esa época pensó que su vida laboral había terminado. Sin embargo, no tardaron en surgir nuevos puestos de trabajo ligados precisamente a esas primeras revoluciones “ruidosas”, como la Segunda Revolución Industrial. Basta recordar la producción en masa de aviones, partes y municiones durante la Segunda Guerra Mundial, donde las cadenas de montaje, gracias a la electricidad y la expansión del transporte aéreo y terrestre, parecían no tener límite. Hombres y mujeres trabajaban a destajo y, en ese proceso, se crearon oportunidades laborales impensables apenas unos años antes.
En mi opinión, (y desvirtuando un poco el hilo de este artículo), la logística es uno de los sectores que más impacto sigue teniendo hoy, derivado de aquella revolución ruidosa. ¿Recordáis el incidente en el Canal de Suez, cuando un buque carguero quedó varado una semana, frenando el tráfico marítimo mundial? Aquello supuso enormes pérdidas económicas y paralizó las operaciones de miles de empresas, lo que nos demuestra hasta qué punto, a partir de la incertidumbre que generó aquella revolución, hemos pasado a un mundo de magnitudes y consecuencias globales.
Lo mismo sucede hoy con la informática y el software, que cada vez se vuelven más esenciales para nuestro día a día. Las redes sociales, la forma en que nos comunicamos o tramitamos nuestras necesidades a diario y la transformación de la banca son ejemplos vivos de lo que el ser humano puede lograr ante las oportunidades que generan estas revoluciones. Y es aquí donde entra en juego nuestra creatividad y nuestra capacidad de adaptación, dos cualidades que, una y otra vez, nos permiten salir adelante ante cada salto tecnológico que se avecina.
La capacidad de adaptación humana
Darwin lo afirmó en su época: la especie que sobrevive no es la más fuerte, sino la que mejor se adapta. Y si algo nos han enseñado estas transformaciones tecnológicas —por más temores que despierten— es precisamente que la humanidad, lejos de sucumbir, siempre ha sabido ajustarse al cambio y sacar partido de las nuevas herramientas.
En cada revolución, aunque algunos empleos se han perdido o se han transformado, han surgido otros nuevos y más especializados que han hecho a la sociedad, en su conjunto, más productiva y próspera.
Ante la ola actual de la Inteligencia Artificial, la mejor respuesta no es el pánico, sino la preparación. Estudiar, formarse y experimentar con estas tecnologías nos permitirá aprovechar su potencial y, sobre todo, encontrar nuestro lugar en este nuevo escenario.
Una y otra vez, la historia nos ha demostrado que no se trata de competir contra la máquina, sino de saber trabajar con ella.

“La inteligencia más poderosa no está en la máquina que la posee, sino en la persona que sabe cómo usarla.”
El valor inigualable de la experiencia humana
Como profesionales, tenemos un abanico de conocimientos y experiencia que no tiene precio. Yo mismo, como CEO y líder de transformación digital, sé de desarrollo, infraestructura y gestión de proyectos entro muchos otros. Sin embargo, mi velocidad de trabajo sigue siendo humana: tengo límites naturales y un número finito de horas al día.
Justo aquí es donde la IA saca su valor diferencial: al automatizar tareas repetitivas, sugerir soluciones o incluso programar de forma asistida (como es nuestro caso), nos libera para concentrarnos en lo que realmente importa: la parte creativa, la innovación y la visión estratégica. Estas son cualidades innatas del ser humano que ninguna máquina puede reemplazar.
Ahora bien, tal y como comentamos en el punto anterior, necesitamos una base sólida de preparación y conocimientos. ¿Por qué? Porque es fundamental revisar, filtrar y validar el trabajo que hace la IA, cuestionarla con pensamiento crítico y saber exactamente dónde y cuándo utilizar estas herramientas. Ni se trata de implementar tecnología porque esté de moda, ni de rechazarla por completo. En nuestras soluciones para clientes siempre insistimos en lo mismo: “nosotros somos quienes decidimos cómo, cuándo y por qué poner la carne en el asador”, y la IA debe ser ese refuerzo que saque lo mejor de nuestro potencial.
Está muy bien pasar de no usar ninguna herramienta tecnológica a emplear algo más asistido e inteligente, pero hay un punto esencial: siempre que haya cabida para la IA (o cualquier otra herramienta), las personas deben estar capacitadas para cuestionarla, utilizarla y exprimirla al máximo. Vamos a poner un caso borde: para alguien del siglo XIX, analfabeto y sin noción de una máquina que pudiera “escribir” por él, dar el salto a la digitalización de documentos sería un cambio absolutamente desconcertante. Esa sensación de sorpresa, e incluso de miedo, es la misma que hoy experimentan muchos ante la ola de la IA… y sin embargo, nuestra capacidad de adaptación siempre termina abriendo el camino al progreso.
La pregunta clave: ¿nos quitará el trabajo?
La respuesta breve es: no necesariamente. Más bien, la pregunta correcta es: “¿Cómo puedo usar la IA para mejorar lo que ya hago?”. Si tienes una base sólida de conocimientos, la inteligencia artificial puede ser tu mejor apuesta. Por ejemplo, en el desarrollo de software, la IA ayuda a escribir código más rápido y con menos errores; en la medicina, asiste con el diagnóstico temprano de enfermedades; en la logística, optimiza rutas para ahorrar tiempo y combustible. En la contabilidad reduce riesgos y aumenta la velocidad en la que se pueden hacer informes, etc.
Lejos de suprimir puestos de trabajo, la IA viene a transformarlos. Habrá nuevos roles, nuevas responsabilidades y, por supuesto, la necesidad de nuevas competencias (insistimos, necesitas tener las bases). Aquellos que se formen o ya tengan ese conocimiento y se adapten contarán con un bagaje único que combina lo mejor del ser humano y la tecnología.
Cómo abordamos esta nueva revolución
Llegados hasta aquí, vamos a meternos un poco en materia y daros algunas pautas y mostraros cómo abordamos esta revolución —y las que vengan— y te los compartimos para que puedas aplicarlos en tu día a día.
- Mantén la calma. Puede sonar obvio, pero no siempre es fácil. El ritmo al que parece avanzar la IA puede llegar a ser abrumador. Por eso, lo primero es respirar y recordar tus propias fortalezas: esos conocimientos y habilidades que has construido a lo largo del tiempo. Piénsalo así: eres como una lanza con una punta muy afilada, pero aun con mucho potencial por pulir. Deja que la IA te ayude a perfeccionar esa ventaja, en lugar de sentir que te anula.
- Investiga. La información está por todas partes: cursos online, herramientas que aparecen a diario, blogs de divulgadores… Sin embargo, el exceso de opciones a veces hace más ruido que otra cosa. Sé selectivo. Usa tu pensamiento crítico para preguntar: ¿Esta nueva herramienta me aporta algo relevante? ¿A dónde me llevará? ¿Puede complementar mi trabajo actual y cómo contribuye a mi formación para el día de mañana? Recuerda que no todo lo nuevo es siempre lo mejor. Aprender a diferenciar y a preguntarte lo correcto te convertirá en un explorador más inteligente.
- Invierte. Sí, “invertir” suena a dinero, pero no solamente se trata de eso. Invertir también significa tiempo y energía en formarte, mejorar y abrir nuevas oportunidades. Hoy y más que nunca, mantenerse al día es crucial no solo para encontrar un nuevo empleo o para progresar en el que tienes, sino para saciar tu curiosidad y generar aptitudes que serán útiles en el futuro. Cuanto más sólida sea tu base, más potente será el uso que hagas de la IA. Recuerda: la IA brilla al lado de tu conocimiento, no por sí sola.
- Experimenta. La teoría sin práctica se queda en buenas intenciones. ¿Ponte manos a la obra! Hay herramientas gratuitas y de bajo coste que te permiten empezar a toquetear la IA en distintas áreas: desde generar textos simples hasta optimizar datos. Prueba, equivócate y aprende. Ese ciclo continuo es el que te hará sentir la diferencia real en tu trabajo y te ayudará a descubrir nuevas formas de utilizar lo que ya sabes, pero multiplicado por el poder de la IA.
- Perfecciona. Una vez que has adquirido las primeras nociones, has hecho pruebas y confirmado por ti mismo lo que funciona y lo que no, llega el momento de pulir y refinar. Esta fase es como tocar un instrumento musical: necesitas practicar, practicar y practicar. La repetición no es aburrida cuando tu objetivo es dominio de una habilidad. Y lo más importante: incluso al perfeccionar, sigue cuestionando. Desafía tus propios límites y no des por sentado que lo que haces hoy será suficiente para mañana.
Aquí, en XIZE, muchos de nosotros tenemos aficiones por los instrumentos musicales y sabemos lo que es perfeccionar una técnica: la constancia y la paciencia son clave para avanzar. Con la IA ocurre algo similar: cada día que inviertes, investigas, experimentas y perfeccionas, estás un paso más cerca de potenciar tu talento.
En resuemen, no le tengas miedo a la IA, sino que debes usarla con criterio. Sé analítico, decide cuándo y cómo aplicar la tecnología, y mantén siempre tu perspectiva en ella. Al final, lo que somos y lo que hacemos parte de nuestros valores y conocimientos, y la IA no hace más que servir de amplificador cuando la usamos en el momento adecuado.
Una mirada al futuro
La IA no es la primera revolución y tampoco va a ser la última. Lo importante es afrontar este cambio con mentalidad abierta y la determinación de aprender y mejorar constantemente. Como hemos visto, la historia nos ha enseñado que la evolución tecnológica siempre nos ha llevado a descubrir nuevas oportunidades.
Por eso mismo, te invito a no temer la transformación, sino a que te sumes a ella. Adquiere nuevos conocimientos, experimenta con esta y nuevas herramientas y, sobre todo, mantende field a lo que nos hace humanos: la capacidad de imaginar, soñar y crear. Al final, la Inteligencia Artificial es, ante todo, una extensión de lo que somos capaces y de nuestras posibilidades. Una herramienta que, bien usada, puede hacernos más rápidos, más eficientes y, por qué no, más humanos.